Historias de San Valentín

Reportaje

Los protagonistas de nuestros juegos favoritos no solo salvan el mundo sino que también tienen sentimientos. Repasamos algunas de las historias de amor más famosas

13/02/2009 23:30
Mi nombre es Valerio Enrique Tinoco, alias Valentín, por un juego de palabras creado cuando era un niño en el Colegio y del que no me he desprendido en la vida. Lo de Santo me viene por Oposición. Saqué la plaza de recadero en el Olimpo y, tras algunos años, se me ofreció un puesto de repartidor. Mis envíos estaban formados por grandes dosis de Amor y los paquetes eran puntas de flechas. Sección Cupido lo llamaban.

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Nunca tuve buena puntería, pero la paga era buena y me decidí a aceptar el puesto. Ya de mayor, con unos años de experiencia, y tras algunos fracasos profesionales importantes (nadie me perdona la que lié en un rodaje cuando clavé media docena de flechas, por un tropiezo, en la espalda de Angelina Jolie mientras besaba a Brad Pitt, casado por entonces con la Aniston), fui destinado al mundo de los videojuegos donde he pasado los últimos años.

Hoy, al llegar al curro, me he encontrado la carta de despido encima de mi mesa. Dicen que es por la crisis, pero estoy seguro que no es por eso.

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Ya quisiera yo que alguno de mis compañeros tuviera historias como la de Guybrush Threepwood y Elaine Marley en la saga de Monkey Island ¿no era auténtico amor lo que sentía el joven aspirante a pirata por la Gobernadora de la isla? Bebía por donde ella pisaba, y eso que las conversaciones entre ellos a veces parecían auténticos galimatías, pero se querían que es lo importante. Y nunca se abandonaron.

O la ternura de la relación entre Ryu Hayabusa e Irene Lew, de Ninja Gaiden. Quién duda del amor del joven al creer que Irene ha sido asesinada, o cuando se entera de su secuestro y corre desesperado a enfrentarse al mundo para rescatarla. Por lo que veo todo eso no cuenta.

Claro que para devoción y entrega la del pobre Sir Arthur en Ghosts and Globins. Versión que salía del juego, versión en la que le secuestraban a su amada princesa Prin-Prin. No hubo vez que no saliera a por ella. ¿Y eso no me lo reconoce nadie? Todo es por ese entrometido de Eros que va diciendo por ahí que le clavé la flecha a Sir Arthur por una rendija de la armadura y le ha quedado incrustada, haciéndole perder el sentido al pobre. Pero eso nadie ha podido demostrarlo.

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Y bueno, no olvidemos los 4 años que conseguí que Manny Calavera buscara sin pausa a su querida Mercedes Colomar en Grim Fandango, cuando a base de media docena de flechazos (se me escapaban todas entre las costillas), entendiera que era la mujer de su vida.

¿Cómo es posible que me hagan esto? Nadie recuerda el precioso cuento de hadas que vivieron Ico y la princesa Yorda en Ico, una historia que algunos han afirmado es como uno de los más bellos cuentos de los hermanos Grim, todo ternura y encanto. Pero no; los números son así de fríos y no hay más explicaciones. Y todo por un par de taras.

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Reconozco que no pretendía que Hana-Tsu Vachel y Rain Qin se convirtieran en pareja en Fear Effect; me despisté. Pero el resultado fue estupendo, en un momento en el que la liberación sexual recorría el mundo, esta pareja lésbica sirvió como icono para encabezar la marcha del orgullo gay en este espacio virtual. 

Aunque uno de mis peores trabajos ha sido con el probre Mario. Ahora que lo pienso yo creo que debe ser Nintendo quien ha pedido mi cese fulminante. Yo quería que él se enamorara de Peach y así inicié mis trabajos, pero me dejé engatusar por Bowser y ahí comencé a liarla. Para quitar el capricho de Mario por la muñeca rosa casi lo lio con su propio hermano, con Luigi. No contento con este estropicio, aprovechando un viaje que hacía a lomos de Yoshi, apunté con demasiada fuerza y traspasé a ambos personajes.

Qué bochorno. Enamorados y montados uno sobre otro aquello parecía de todo menos una aventura. No daré más detalles por  vergüenza. Al final lo mandé a la luna y allí le encandilé con Estela, y espero desaparecer de su vida para siempre, pues ha sido una de mis peores pesadillas. También he llorado mucho, de impotencia, cuando consigues juntar a la pareja perfecta y un destino despiadado y cruel los separa. Pensaba ahora en James Sunderland y Mary Shepherd, una de las mayores tragedias que viví en Silent Hill.

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